sábado, 11 de agosto de 2018
El momo y su verdad oculta, leyenda urbana.
Todas las leyendas urbanas ocultan un trasfondo de verdad que habla sobre su origen. Muchos hablan que estas leyendas como la del momo podrían ser manipulaciones de la psique humana para fines oscuros por parte de élites en el poder.
ZATO: Las ciudades secretas de Rusia
Es bastante probable que los Complejos Administrativos Territoriales cerrados de la antigua unión Soviética hayan sido durante medio siglo, los lugares más secretos y prohibidos de nuestro planeta. Bajo este singular apelativo que de condensa en su versión rusa bajo las siglas ZATO se esconden las conocidas como ciudades secretas o ciudades cerradas, espectaculares urbes localizadas en los territorios soviéticos más inhóspitos, remotos, improductivos, o ambientalmente hostiles como Siberia, y en lo posible, inaccesibles por razones geológicas como los montes Urales. También podía erigirse una de estas ciudades en una región donde existía una fuente concreta de recursos naturales, como por ejemplo, un yacimiento mineral. A pesar de que comenzaron a crearse al final de la II Guerra Mundial, especialmente cuando el mundo y el poder se fragmentaron en dos grandes bloques en continua pugna, las ciudades secretas no existían para Occidente, no aparecían en los mapas, por lo tanto nadie podía visitarlas.
En ocasiones, en función de las actividades que se desarrollan tras su vigilado y armado perímetro, se permitía el acceso con escrupulosos permisos a familiares de quienes las habitaban, que en su mayoría era el personal y las familias de quienes allí trabajaban. A finales de los años ochenta y con más transparencia en las década de los noventa del siglo pasado, tras la desestructuración de la URSS, el gobierno ruso comenzó a hablar a regañadientes de las ZATO, reconociendo la existencia de casi un centenar. Es posible que varias docenas más permanezcan siendo secretas y que tardemos mucho en conocer la localización que tuvieron y las funciones para las que fueron creadas; funciones que incluso hoy pueden estar desarrollando.
En lineas generales una ciudad podía ser secreta por dos motivos muy diferentes: el primero tenía que ver con la vulnerabilidad territorial de la zona, es decir, por una cuestión logística y de seguridad nacional, como sucedía con una frontera. El segundo, el que aquí nos interesa, estaba conectado con las actividades industriales, científicas y militares que llevaban a cabo. El desarrollo de avances científicos en todas áreas imaginables, la investigación nuclear, la tecnología militar y el espacio. Todo ello se gestaba en las ciudades secretas, muchas de ellas provistas de centrales nucleares que las abastecían enérgicamente. Precisamente a mediados de los noventa el riesgo de que se desencadenara otros Chernobyl en estos enclaves en decadencia motivó que se declarará la existencia de muchos de ellos y que se llevaran a cabo proyectos de reconversión industrial encaminados a permitir la entradas de empresas y de otras naciones. Durante décadas entrar en una de estas urbes ubicadas en Rusia, Ucrania o Estonia, que en conjunto llegaron a contar con millones de habitantes que vivían algo mejor que el resto de los soviéticos, en una peligrosa odisea que debía contar con el visto bueno del NKVD, de su heredero el temdo KGB y hoy en día la versión actual del servicio secreto ruso.
Una de las más conocidas es sin duda Zviozdni Gorogok, la ciudad de las estrellas, a 25 km al noreste de Moscú cerca del mítico enclave donde entrenaban los cosmonautas rusos. Los héroes del espacio soviéticos salieron de allí y hoy día trabajan también de forma confidencial aunque en coordinación con EEUU y otras naciones en el entrenamiento de una treintena de astronautas en sus espectaculares instalaciones. Es evidente que no siempre tuvieron ese uso y aún hoy se está por descubrir más secretos relacionados con estos enclaves de la antigua guerra fría.
miércoles, 8 de agosto de 2018
Descifran un raro códice gnóstico
En 1981, la universidad australiana de Macquarie adquirió un manuscrito que provenía de algún monasterio del alto Egipto. Pero sus apenas veinte páginas, escritas en un dialecto copto, se convirtieron en una verdadera pesadilla para los epigrafistas de Macquarie, que durante más de tres décadas no dieron con el código para descifrar su contenido...hasta hoy. Porque, finalmente los profesores de Malcolm Choat y lain Gardner, de las universidades de Maquarie y Sidney respectivamente, dicen haber revelado el verdadero sentido del texto. Según informa Ancient-Origins, Choat y Gardner están convencidos de que se trata de un manual para practicar hechizos, que incluye rituales amorosos, remedios para curar enfermedades físicas y también exorcismos contra los espíritus malignos, entre otras fórmulas mágicas.
En cuanto a los autores del manuscrito, es probable que fueran dos monjes o sacerdotes pertenecientes a la enigmática secta de los setianos, un grupo influenciado por el platonismo que su <<gnosis>> a Set, tercer hijo de Adán y Eva, y a Norea, esposa de Noé, personaje éste último que identificaban con una especie de Sophia <<caída en desgracia>>. A propósito de ésta secta, el manuscrito contiene varias invocaciones a Bakthiota, una misteriosa entidad a la que se refieren como el <<Gran uno que reina sobre las cuarenta y nueve serpientes>>. Aunque escasas, las menciones a Bakthiota en otros textos setianos parecen aludir a <<el Cristo>>. No obstante, dado que los setianos ya eran considerados herejes por sus coetáneos (siglos II y III d.C.), habrían utilizado en sus manuscritos el exótico nombre de Bakthiota para despistar a sus acusadores.
martes, 7 de agosto de 2018
¿CREACIÓN O EVOLUCIÓN?
Muchos creen en la teoría de la creación y otros, los hombres de ciencia en la evolución. Ambas están un pugna actualmente por tener la razón.
sábado, 4 de agosto de 2018
Angkor Wat y el enigma del cero
Desaparecida durante el régimen de los Jemeres rojos, la estela K-127 del famoso templo camboyano en la ciudad de Angkor Wat, se constituye el primer testimonio del uso del <<cero matemático>>
Para documentar su último libro -Findin zero-, el matemático Amir Aczel ha rastreado los lugares donde se representó por primera vez este signo numérico de valor nulo, cuyo uso como notación posicional se atribuye a la civilización india. La cercanía geográfica explicaría que el primer <<cero indio>> apareciese inscrito en el templo de Angkor Wat, concretamente en la estela K-127, donde se indica el numeral 605; pero esa importante pieza arqueológica se perdió en la década de 1930, durante el régimen de terror de los Jemeres rojos. Hasta ahora, Aczel ha relatado en la web Smithsonian su periplo tras la K-127, estela que finalmente descubrió en un viejo almacén a pocos kilómetros del célebre templo. Por sí solo, este hallazgo ya resulta fascinante, pero lo es aun más la historia del <<cero>>, una cifra mágica vinculada con las grandes civilizaciones del pasado, desde la India y la Antigua Gracia, hasta Mesopotamia (2000 a.C.), Egipto 1700 a.C.) y, como no, la cultura Maya, a la que se atribuye la primera representación del cero en América (36 a.C.), si bien se especula con que heredaron dicho conocimiento de una civilización anterior, mesoamericana o no.
Encomendación a los dioses
Gente que desaparece en, vamos decirlo así, en extrañas circunstancias; el terrorismo religioso que se extiende, recordando que en algunas facetas el hombre no ha evolucionado mucho más que las hienas manchadas; que si pasan hambre se comen a sus crías; una crisis que dejado demasiados cadáveres en el camino, y que pese a los <<brotes verdes>>, parece que termina en el instante en el que otra se pone en marcha; una guerra que deja momentos para la reflexión, como la del niño Omran Daqneesh, que con apenas cinco años permanece sentado en el interior de una ambulancia, limpiándose el polvo y la sangre de su rostro sin apenas mover una pestaña, después que su casa en Alepo haya sido bombardeada por varios aviones rusos, y con ella sus sueños sus esperanzas y su inocencia.
Da igual la ideología y el formato. Si abrimos las paginas de cualquier medio nacional o internacional, vemos que la situación que vivimos es para encomendarse a Dios; al Dios en el que cada uno crea, aunque a veces pienso que si éstos existen miran hacia otro lado para evitar su culpa en todo este despropósito; al fin y al cabo tienen, ya que ellos nos han creado.
Siempre hemos de tratar un de buscar un visión positiva de realidad, aunque a veces esa tarea se vuelva más difícil que ascender al Everest en plena tormenta. Por lo tanto, llegados a este punto y partiendo de la idea de que hay algo que intenta poner orden en tanto caos, hemos indagado la posibilidad de contactar con ello, sea lo que sea que tenga el nombre que cada cual desee ponerle. Porque lo que cada vez tenemos menos dudas es de que somos tal vez un "invento" raro, una criatura capaz de hacer reír y llorar en una fracción de segundo. A veces da la sensación de que somos un experimento, el caldo de cultivo en el interior de una probeta en manos de esos dioses. Estas reflexiones en voz alta tienen su consistencia en la siempre incansable búsqueda del ser humano de una fuerza divina superior en la que muchos escépticos ya no creen. Porque para un amplio sector de la comunidad científica internacional, encabezado por el neurocientífico Andrew Newberg, la clave de toda experiencia mística que nos pone en contacto con Dios, una vez más, estaría en nuestro cerebro. El planteamiento es tan sugerente que incluso se ha creado una rama llamada neuroteología, que propone que, más allá de los medios clásicos para entrar en contacto con la divinidad -ayuno, aislamiento,meditación...-, al tratarse de procesos químicos, hay otros medios más evolucionados y eficaces para que dicha experiencia, que no es fácil, se produzca. Lo que sí es cierto es que existe una lucha invisible entre fuerzas del bien y del mal que la mayoría de nosotros no somos capaces de ver.
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