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sábado, 4 de agosto de 2018

Encomendación a los dioses





Gente que desaparece en, vamos decirlo así, en extrañas circunstancias; el terrorismo religioso que se extiende, recordando que en algunas facetas el hombre no ha evolucionado mucho más que las hienas manchadas; que si pasan hambre se comen a sus crías; una crisis que dejado demasiados cadáveres en el camino, y que pese a los <<brotes verdes>>, parece que termina en el instante en el que otra se pone en marcha; una guerra que deja momentos para la reflexión, como la del niño Omran Daqneesh, que con apenas cinco años permanece sentado en el interior de una ambulancia, limpiándose el polvo y la sangre de su rostro sin apenas mover una pestaña, después que su casa en Alepo haya sido bombardeada por varios aviones rusos, y con ella sus sueños sus esperanzas y su inocencia.

Da igual la ideología y el formato. Si abrimos las paginas de cualquier medio nacional o internacional, vemos que la situación que vivimos es para encomendarse a Dios; al Dios en el que cada uno crea, aunque a veces pienso que si éstos existen miran hacia otro lado para evitar su culpa en todo este despropósito; al fin y al cabo tienen, ya que ellos nos han creado.

Siempre hemos de tratar un de buscar un visión positiva de realidad, aunque a veces esa tarea se vuelva más difícil que ascender al Everest en plena tormenta. Por lo tanto, llegados a este punto y partiendo de la idea de que hay algo que intenta poner orden en tanto caos, hemos indagado la posibilidad de contactar con ello, sea lo que sea que tenga el nombre que cada cual desee ponerle. Porque lo que cada vez tenemos menos dudas es de que somos tal vez un "invento" raro, una criatura capaz de hacer reír y llorar en una fracción de segundo. A veces da la sensación de que somos un experimento, el caldo de cultivo en el interior de una probeta en manos de esos dioses. Estas reflexiones en voz alta tienen su consistencia en la siempre incansable búsqueda del ser humano de una fuerza divina superior en la que muchos escépticos ya no creen. Porque para un amplio sector de la comunidad científica internacional, encabezado por el neurocientífico Andrew Newberg, la clave de toda experiencia mística que nos pone en contacto con Dios, una vez más, estaría en nuestro cerebro. El planteamiento es tan sugerente que incluso se ha creado una rama llamada neuroteología, que propone que, más allá de los medios clásicos para entrar en contacto con la divinidad -ayuno, aislamiento,meditación...-, al tratarse de procesos químicos, hay otros medios más evolucionados y eficaces para que dicha experiencia, que no es fácil, se produzca.  Lo que sí es cierto es que existe una lucha invisible entre fuerzas del bien y del mal que la mayoría de nosotros no somos capaces de ver.