Según los antiguos textos, los seres semi-divinos que gobernaron Egipto en tiempos remotos, planificaron la esfinge y otros monumentos con disposiciones estelares muy precisas. Todas sus antiguas listas de reyes afirman que, tras los soberanos divinos que reinaron en una edad de oro, esa tierra fue gobernada por seres semidivinos, conocidos como Shemsu Hor (seguidores de horus). Se relacionan estrechamente con los Shebtiu, los siete sabios que aparecen sobre las paredes del templo de Edfú, a quienes se llama Dioses Constructores y son descritos como fundadores de un Templo mítico. Según el arqueólogo David Rohl, serían civilizadores supervivientes del diluvio y tanto Shebtiu como Shemsu Hor se convirtieron en títulos que mantuvieron sus descendientes. Al comienzo de la era faraónica estos dieron lugar a una élite nobiliaria que rodeaba al faraón (hijo de Horus), los iry-pat, estrechamente ligados a Horus en los Textos de las Pirámides como descendientes de sus compañeros y el más famoso de los cuales fue Imhotep, considerado por los egiptólogos como constructor de la primera pirámide o puerta hacia el cielo.
Investigaciones como las del astrofísico Belmonte han demostrado que todos los templos y monumentos egipcios fueron construidos siguiendo orientaciones astronómicas precisas. Algo que no podemos considerar producto de las observaciones celestes acumuladas durante milenios ya que los templos que hoy contemplamos no son sino la quinta versión de otros levantados en los mismos lugares en tiempos pretéritos siguiendo un <<plan inscrito desde tiempos de los Shemsu Hor>>, como afirma una inscripción en el templo de Dendera. La clave; esta obsesión de observar y orientar astronómicamente los antiguos monumentos, que se repite en todo el planeta, guarda una estrecha relación con las patrias celestes de sus ancestros divinos.