<<La posibilidad
de que el asteroide 1999 RQ36 se estrelle contra la Tierra puede estimarse
aproximadamente en una entre mil. Pero resulta sorprendente que más de la mitad
de probabilidades corresponden al año 2182>>. Quien así habla no es
ningún profeta apocalíptico, sino un científico de prestigio internacional. Se
trata de la profesora María Eugenia Sansaturio, perteneciente a la Universidad
de Valladolid y con una larga trayectoria profesional a sus espaldas en la
detección de amenazas estelares sobre nuestro planeta. Hace unos años puso sus
ojos sobre uno que sus colegas habían despreciado. El asteroide en cuestión era
el 1999 RQ36, de reciente conocimiento entre los astrónomos, puesto que la
primera parte del nombre corresponde a la fecha de su hallazgo.
En aquellos momentos,
la trayectoria del asteroide pasó bastante desapercibida. La NASA le otorgó una posibilidad entre 3.850 de
que terminara estrellándose contra la superficie terrestre. Sin embargo, nuevos
cálculos incrementaron el riesgo y dispararon las alarmas. Primero fue un
equipo de investigación italianos
quienes, en 2009, ampliaron la probabilidad de impacto a una entre 1400 y,
apenas unos meses después, la profesora Sansaturio estrechó aún más el margen
hasta situarlo en uno entre 500 para el año 2182. Finalmente, publicó estos
resultados en la revista Icarus junto
a otros científicos de la Universidad de Pisa (Italia), del Laboratorio de
Propulsión a Chorro de la NASA.
Nos haremos una idea
mejor de la peligrosidad del 1999 RQ36, si recordamos que la probabilidad de
impacto contra la Tierra del asteroide Aphofis,
centro de atención de todas las agencias espaciales del mundo, es de una entre
250.000 para el año 2036. La diferencia es absolutamente descomunal con
respecto al RQ36. No obstante, el Aphofis
puso en alerta a varios organismos internacionales, que pensaron en fletar
alguna misión conjunta destinada a
desviar cuanto antes a este asteroide de su ruta.
Pero, ¿es para tanto?
La respuesta es sí, porque a estos cálculos y estimaciones siempre debemos
añadir un cierto margen de incertidumbre que jugará todavía más en nuestra
contra. Así, por ejemplo, la órbita del RQ36 ha sido fijada a partir de 290
observaciones ópticas y 13 mediciones por radar. Pero estos estudios no
resultan garantía suficiente, pues es bien sabido que los asteroides ven
modificada su trayectoria por el denominado <<efecto Yarkosky>>.
Ivan Osipovich Yarkosky fue un ingeniero ruso que, hacia 1900, observó cómo el
calor del sol podía alterar la órbita de un pequeño objeto rotatorio. La
radiación era absorbida e irradiada de manera diferente según se hiciera de día
o de noche sobre su superficie. Una circunstancia que, a la larga, terminaba
por cambiar o acelerar la ruta del objeto en cuestión, sobre todo si las
proporciones del bólido celeste no eran excesivamente grandes, como ocurre con
el RQ36. En los planetas, sin embargo, el efecto Yarkosky apenas deja huella
porque estos tienen una masa muy superior.
Otra evidencia poco
halagüeña es que el RQ36 posee un tamaño considerable. Apenas un diminuto punto
de luz perdido en lo más profundo del universo y, sin embargo, tiene unos 560
metros de ancho, el equivalente a casi 6 campos de futbol y más del doble del
temido.
Sin duda, un peligro
estelar que la humanidad futura deberá saltear de cara a su supervivencia en un
futuro próximo.