martes, 25 de agosto de 2020

ASTEROIDE PELIGROSO

 


<<La posibilidad de que el asteroide 1999 RQ36 se estrelle contra la Tierra puede estimarse aproximadamente en una entre mil. Pero resulta sorprendente que más de la mitad de probabilidades corresponden al año 2182>>. Quien así habla no es ningún profeta apocalíptico, sino un científico de prestigio internacional. Se trata de la profesora María Eugenia Sansaturio, perteneciente a la Universidad de Valladolid y con una larga trayectoria profesional a sus espaldas en la detección de amenazas estelares sobre nuestro planeta. Hace unos años puso sus ojos sobre uno que sus colegas habían despreciado. El asteroide en cuestión era el 1999 RQ36, de reciente conocimiento entre los astrónomos, puesto que la primera parte del nombre corresponde a la fecha de su hallazgo.


En aquellos momentos, la trayectoria del asteroide pasó bastante desapercibida. La  NASA le otorgó una posibilidad entre 3.850 de que terminara estrellándose contra la superficie terrestre. Sin embargo, nuevos cálculos incrementaron el riesgo y dispararon las alarmas. Primero fue un equipo de investigación  italianos quienes, en 2009, ampliaron la probabilidad de impacto a una entre 1400 y, apenas unos meses después, la profesora Sansaturio estrechó aún más el margen hasta situarlo en uno entre 500 para el año 2182. Finalmente, publicó estos resultados en la revista Icarus junto a otros científicos de la Universidad de Pisa (Italia), del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA.


Nos haremos una idea mejor de la peligrosidad del 1999 RQ36, si recordamos que la probabilidad de impacto contra la Tierra del asteroide Aphofis, centro de atención de todas las agencias espaciales del mundo, es de una entre 250.000 para el año 2036. La diferencia es absolutamente descomunal con respecto al RQ36. No obstante, el Aphofis puso en alerta a varios organismos internacionales, que pensaron en fletar alguna misión  conjunta destinada a desviar cuanto antes a este asteroide de su ruta.


Pero, ¿es para tanto? La respuesta es sí, porque a estos cálculos y estimaciones siempre debemos añadir un cierto margen de incertidumbre que jugará todavía más en nuestra contra. Así, por ejemplo, la órbita del RQ36 ha sido fijada a partir de 290 observaciones ópticas y 13 mediciones por radar. Pero estos estudios no resultan garantía suficiente, pues es bien sabido que los asteroides ven modificada su trayectoria por el denominado <<efecto Yarkosky>>. Ivan Osipovich Yarkosky fue un ingeniero ruso que, hacia 1900, observó cómo el calor del sol podía alterar la órbita de un pequeño objeto rotatorio. La radiación era absorbida e irradiada de manera diferente según se hiciera de día o de noche sobre su superficie. Una circunstancia que, a la larga, terminaba por cambiar o acelerar la ruta del objeto en cuestión, sobre todo si las proporciones del bólido celeste no eran excesivamente grandes, como ocurre con el RQ36. En los planetas, sin embargo, el efecto Yarkosky apenas deja huella porque estos tienen una masa muy superior.


Otra evidencia poco halagüeña es que el RQ36 posee un tamaño considerable. Apenas un diminuto punto de luz perdido en lo más profundo del universo y, sin embargo, tiene unos 560 metros de ancho, el equivalente a casi 6 campos de futbol y más del doble del temido.


Sin duda, un peligro estelar que la humanidad futura deberá saltear de cara a su supervivencia en un futuro próximo.

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