Antiquísimas sagas celticas, como La batalla de Mag Tuired, narran que los Tuatha de Danann –el pueblo procedente de la imprecisa isla del norte del mundo- desembarcaron en la noche de los tiempos en las costas irlandesas. Ellos fueron los transmisores de la religión druídica a los indígenas, pero también transportaban una serie de elementos mágicos, entre los que se encontraba la Piedra del Destino, un bloque de piedra arenisca que jugaba un papel protagonista en las ceremonias de coronación de los reyes de esa misteriosa civilización nórdica.
Durante la edad media, la
Piedra del Destino acabó en Escocia, empleándose en el ritual de investidura de
los nuevos monarcas del país. En el siglo XIII, el rey Eduardo I de Inglaterra “capturó”
el bloque de arenisca para emplear sus capacidades mágicas en las coronaciones
de los reyes ingleses. Permaneció cientos de años en la abadía londinense de
Westminster, a pesar de las reiteradas peticiones para que fuese devuelta a sus
propietarios escoceses. En 1950, cuatro estudiantes consiguieron hacerse con la
piedra y la trasladaron a Escocia. Sin embargo, las autoridades acabaron localizándola
e inmediatamente volvió a la abadía de Westminster, a tiempo para la coronación
de Isabel II de Inglaterra en 1953. Finalmente, en 1996 el gobierno británico devolvió
la piedra a Escocia, donde puede ser vista hoy en día en el Castillo de
Edimburgo.
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